El mensaje de Íngrid
Colombia recordará siempre la imagen de Íngrid Betancourt, siete miembros del Ejército y cuatro de la Policía cuando bajaban ayer en Bogotá del avión de la Fuerza Aérea que los trajo a la libertad desde el Guaviare (los tres estadounidenses volaron directamente a su país). El impecable rescate de estos 15 secuestrados que llevaban largos años en manos de las Farc es, sin duda, la noticia más bienvenida en muchos muchos años, en este país tan sacudido por las malas nuevas. Es, además, una noticia de profundas implicaciones políticas, militares y humanitarias. Esta liberación ha producido un inmenso júbilo nacional. Difícilmente habrá un colombiano que no se alegre hasta lo más íntimo al ver terminado el calvario de estos cautivos. Hubo pitos, trancones, aplausos y lágrimas de felicidad en sitios públicos y toda clase de reacciones desde todas las orillas políticas. Y también en el mundo. La estatura internacional que ganó Íngrid Betancourt durante sus casi seis años y medio de cautiverio puso el infame drama del secuestro en Colombia en el foco de todas las miradas. Su imagen, con el rostro alegre y la mirada limpia, dio la vuelta al mundo en completo contraste con esa otra fotografía en la que hace apenas unos meses aparecía vencida y demacrada. Más allá de ello, esta puede ser también la noticia más importante de la guerra en Colombia en los últimos años. Más que las muertes de 'Reyes', de 'Ríos' e, incluso, de 'Tirofijo'. No es una exageración. El golpe para las Farc es aún más demoledor que esas muertes. Lograr infiltrarlas del modo en que lo proclaman las autoridades es una derrota aún más severa que la muerte de algunos de sus jefes, pues indicaría lo afectada que está una organización que se ha caracterizado por su carácter impenetrable y monolítico. Y les inflige un golpe moral sin precedentes. Otro elemento importante es el momento en que sobreviene esta liberación. El país está en medio de una delicada crisis institucional, con el enfrentamiento entre la Corte Suprema de Justicia y el presidente Uribe. Difícilmente podría aspirar el mandatario a contar con una carta triunfal de la magnitud que le ofrece haber logrado el retorno a la libertad, sanos y salvos, de Íngrid Betancourt, los estadounidenses y los once militares y policías. Con el indudable apoyo y el refuerzo a su altísima popularidad, es la oportunidad de oro para un gesto magnánimo de parte del Presidente, que el país entero saludaría con entusiasmo, para desactivar el enfrentamiento con la Corte, que sin duda también entenderá el momento histórico que vive Colombia. Nadie cuestiona la legitimidad de su mandato -mucho menos después de los hechos de hoy-, lo cual vuelve innecesario pensar en un referendo que lo avale. Tras tantos años de privaciones y sufrimientos, de rabia y dolor, bien habría podido Íngrid Betancourt estrenar su libertad con un discurso pugnaz y descalificador de la posición del Gobierno frente al secuestro. Más aún cuando todas las organizaciones que clamaban por su libertad exigían que no hubiera intervención militar. Pero Íngrid demostró un talante superior al enviar a los colombianos, y al mundo, un mensaje de reconciliación, en el que agradece al presidente Uribe y exalta la labor del Ejército, que "¡puede llevarnos a la paz!". Mensaje que traduce el espíritu de concordia y unidad que necesita el país.
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